miércoles, 3 de febrero de 2010

AÑO BIBLICO: 7 de febrero, Levítico 18 al 20

Además de las regulaciones que rigen la santidad nacional, Dios da a Israel leyes reguladoras de la conducta y pureza personal con relación a la familia, la comunidad, y la sociedad en general. Ya que la obediencia es su principal preocupación, Dios requiere que los que violen sus leyes sean castigados, y que el castigo sea apropiado al crimen cometido. Las leyes estrictas de Dios para la vida reflejan el deseo de que su pueblo sea "santos, porque yo Jehová soy santo, y os he apartado de los pueblos para que seáis míos" (20:26).
"amarás a tu prójimo como a ti mismo" (19:18) es fácil de decir. Pero practicarlo es otro asunto. De todos los mandamientos de Dios, puede ser uno de los más difíciles de guardar. ¿La razón? porque amar a tu prójimo significa que tienes que identificarte con él. Eso es difícil, porque la tendencia natural humana es al egoísmo, no al altruísmo.
La ley del Antiguo Testameno era un reto, porque hacía muchas demandas específicas del individou. Si un israelita tenía preguntas acerca de cómo relacionarse con su prójimo, la ley proveía la respuesta (19:9-18). El Nuevo Testamento es igual de exigente, especialmente cuando habla de relacionarse con el "prójimo". El relato de Jesús del buen samaritano (Lucas 10:25:37) dice claramente que tu "prójimo" es cualquiera cerca de ti que necesita tu ayuda y cuya necesidad tú puedes suplir.
Aun si vives solo, hay personas a tu alrededor que necesitan tu amorosa solicitud. Por el mandato de Dios de amar a tu prójimo en prácticahoy, buscando a alguien que necesita tu ayuda, ya sea en cortar el césped, el trabajo de la casa o tareas escolares. Ayúdale en amor... ¡y trátalo como a ti mismo!
"Haz como yo para ser como yo"
Cerca de 30 veces en los capítulos 18-22 leemos las palabras de Dios: "Yo soy Jehová", y "Sed santos, porque yo soy santo". Sin duda, la santidad del Redentor es la razón apremiante de su insistencia en que los redimidos practiquen la pureza.

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MENSAJE PROFETICO

"Bienaventurado el que lee, y los que oyen las palabras de esta profecía, y guardan las cosas en ella escritas; porque el tiempo esta cerca" (Apocalipsis 1:3)