
La promesa de que Cristo vendrá por segunda vez para completar la gran obra de la redención es la nota hermosa de las Sagradas Escrituras. Desde el Edén, los hijos de la fe han esperado la venida del Prometido que les traería el nuevo paraíso perdido.
Enoc, en la séptima generación descendiente de los que habitaron en el Edén, y que por tres siglos caminó con Dios, declaró: "He aquí que viene el Señor, con las huestes innumerables de sus santos ángeles, para ejecutar juicio sobre todos. (Judas 14-15). Job, en la noche de su aflicción exclamó: "Yo sé que mi redentor vive, y al fin se levantará sobre el polvo... en mi carne he de ver a Dios; al cual veré por mi mismo, y mis ojos lo verán, y no otro" (Job 19:25-27)
Los poetas y profetas de la Biblia se han espaciado en la venida de Cristo con ardientes palabras de fuego celestial. "¡Aléngrese los cielos, y gocése la tierra!... delante de Jehová; porque viene, sí, porque viene a juzgar la tierra. ¡Juzgará al mundo con justicia, y a los pueblos con su verdad!" (Salmo 96:11-13)
Dijo el profeta Isaías: "Y se dirá en aquel día: He aquí, éste es nuestro Dios, le hemos esperado, y nos salvará; éste es Jehová a quien hemos esperado, nos gozaremos y nos alegraremos en su salvación" (Isaías 25:9)
El Salvador consoló a sus discípulos con la seguridad de que él vendría otra vez: "En la casa de mi Padre muchas moradas hay... vendré otra vez, y os tomaré a mi mismo". "Cuando el Hijo del Hombre venga en su gloria, y todos los santos ángeles con él, entonces se sentará en su trono de gloria, y serán reunidas delante de él todas las naciones" (San Juan 14:2-3; San Mateo 25:31-32)
La venida del Señor ha sido en todos los siglos la esperanza de sus verdaderos seguidores. En medio de los sufrimientos y la persecusión, se promete al pueblo de Dios la liberación final de la opresión del pecado y todas sus consecuencias, desde la carcel, la hoguera y el patíbulo, donde los santos y los mártires dieron testimonio de la verdad, resuena a través de los siglos la expresión de su fe y esperanza. Estando seguros de la resurrección personal de Cristo, y por consiguiente de la suya propia a la venida del Señor, ellos despreciaban la muerte y la superaban. Los Valdenses acariciaban la misma fe, Wiclef, Lutero, Calvino, Knox, Ridley y Baxter anticiparon con fe la venida del Señor. Tal fue la esperanza de la iglesia apostólica, de la iglesia en el desierto y de los reformadores.
La profecía no solamente predice la manera y el propósito de la segunda venida de Cristo, sino que presenta las señales por las cuales los hombres habían de saber cuando ese día estaría cerca.
Hoy vemos el cumplimiento de la mayoría de estas señales, la esperanza de todos los que esperamos al Señor Jesús se ha encendido como nunca antes en al historia, es nuestro deber prepararnos aún más y comunicar al mundo esta maravillosa verdad.
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